Estudio demuestra que adolescentes llamados “manzanas podridas” no tienen su destino sellado

Estudio demuestra que adolescentes llamados “manzanas podridas” no tienen su destino sellado

Un estudio de la U. Andrés Bello demostró que los adolescentes poco generosos pueden cambiar su comportamiento si están inmersos en un ambiente positivo. (Revista Qué Pasa, 13 de noviembre de 2019)

Siempre se dice que cuando una manzana está podrida, hay que evitar que entre en contacto con otras manzanas porque terminará por podrirlas a todas. Es una analogía que suele usarse con los adolescentes problemáticos: si uno empieza a podrirse, mejor alejarlo del resto y evitar que su influencia negativa los contagie.Sin embargo, un estudio del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva que fue publicado en la revista británica Sociological Research Online, reveló que esta concepción sobre las “manzanas podridas” podría estar equivocada.

El objetivo principal del estudio era evaluar, en términos generales, la consistencia de la actitud prosocial de los adolescentes. Para lograr este cometido, los investigadores hicieron que más de 100 jóvenes entre 15 y 18 años usarán dos juegos de computador, los cuales medían su generosidad y colaboración.

El primer juego era en parejas -en ninguna etapa del estudio los adolescentes sabían con quien estaban jugando, todo fue siempre hecho de forma anónima-. A cada voluntario le daban 10 fichas virtuales, reflejadas en monedas de oro, con una simple instrucción: podían compartir las fichas que ellos quisieran (una, cinco, todas o ninguna) con su compañero asignado.

El segundo juego era grupal, cinco adolescentes formaban un equipo en el cual cada uno de sus integrantes tenía las mismas 10 fichas. La dinámica en esta ocasión era que cada joven debía decidir cuantas fichas aportaba al fondo común del equipo para crear un proyecto conjunto, una vez que todos entregaban sus donaciones las fichas eran sumadas, multiplicadas por dos y divididas entre todos los integrantes en partes iguales. Esa dinámica se repitió 10 veces y después de cada ronda, los adolescentes sabían cuánto había donado cada miembro del equipo.

El punto principal del estudio era analizar la relación entre el comportamiento de los adolescentes en el primer juego con su desempeño en el segundo, ¿Cómo se comportaban aquellos chicos que habían donado mucho al comienzo? Y sobre todo, ¿Cómo se comportaban aquellos que no habían donado casi nada en el primer juego, las “manzanas podridas”?

Observamos que los menores que fueron muy generosos (en el primer juego), efectivamente son muy colaborativos en el segundo. Incluso cuando están entre pares que no colaboran mucho, seguían donando aunque otros no lo hicieran.

En el otro extremo, quienes en el primer juego no fueron tan generosos, tendieron a adaptarse a las características de su grupo. Si en la primera ronda veían que sus pares no colaboraban mucho, dejaban de colaborar. En cambio, si veían que en la primera ronda sus pares colaboran mucho, aportaban más de cinco fichas al proyecto común”, explica Mauricio Salgado, investigador líder del estudio.

Salgado explica que este comportamiento refleja, por una parte, que las “manzanas podridas” no afectan aquellos adolescentes que son muy generosos (pues continúan siéndolo aunque el resto no lo sea). Y sobre todo, que las “manzanas podridas” son capaces de aprender de sus pares, dejándose influir positivamente por ellos.

“La ‘manzana podrida’ puede dejar de estar podrida dependiendo del entorno. Muchas veces pensamos que hay chicos que no tienen remedio y que es mejor aislarlos, esto prueba que no necesariamente eso sea lo mejor, sino que todo lo contrario”, concluye Salgado.

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