Autores: Francisco Leal y Olga Cuadros, investigadores de la Línea «Motivación y compromiso con el aprendizaje» del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva. Columna publicada en La Tercera el 15 de mayo de 2019.
Durante el último tiempo, estudiantes de diversas carreras y universidades han hecho público su malestar por la sobrecarga académica y las consecuencias que tiene sobre su salud mental y calidad de vida.
En este contexto, una columna publicada en un medio de comunicación independiente –basándose en un estudio sobre prevalencia de trastornos de la salud mental en universitarios y los factores de riesgo asociados– menciona que el 27% de los estudiantes universitarios presenta sintomatología depresiva severa y se pregunta si esto podría ser consecuencia de la sobrecarga académica. Otra realidad preocupante evidencia la Primera Encuesta Nacional de Salud Mental Universitaria difundida recientemente: alrededor de la mitad de los estudiantes universitarios encuestados presenta síntomas severos de depresión, ansiedad o estrés, o lo que es peor: los tres a la vez.
Esta información no es nueva, a la luz de resultados previos derivados de estudios piloto en salud mental y bienestar psicológico en estudiantes universitarios del norte de Chile, que realizamos como equipo del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva dedicado a abordar la motivación y el compromiso con el aprendizaje basados en el bienestar en la Región de Tarapacá. En esos trabajos, ya habíamos encontrado cifras similares, y surgen las preguntas: ¿Cómo manejar esta situación y cuál es el papel de las universidades en la intervención de esta problemática?
En otra columna del mismo medio independiente se exploró sobre qué podrían hacer las universidades frente a este grave problema que nos interpela como sociedad. A partir de un modelo de intervención multinivel y revisando acciones tomadas de la experiencia internacional los autores de la columna concluyen que se puede avanzar en la compatibilización de la formación académica con el bienestar de los estudiantes, y mejorar la detección de jóvenes en riesgo de presentar problemas de salud mental para ofrecerles ayuda oportuna al inicio de sus carreras.
Si bien estamos de acuerdo con esa conclusión, en nuestro grupo de investigación pensamos que es necesario abordar la situación de manera más radical: no se trata solo de un problema de salud mental sino que va más allá y se relaciona con el bienestar psicológico, un concepto que aborda el desarrollo de las capacidades en diferentes aspectos para adaptación y crecimiento personal, que llevan a las personas a funcionar de un modo positivo consigo mismas y su entorno. Lo esencial es que la salud mental, o mejor, el bienestar psicológico no puede seguir siendo concebido como un mero requisito para el aprendizaje o rendimiento, o una dimensión que se deba “compatibilizar” con la formación académica.
Aunque desde el denominado Informe Delors –de la Comisión Internacional sobre la Educación del siglo XXI publicado en 1996 por encargo de la UNESCO– el desarrollo integral de la persona en todas sus potencialidades (“aprender a ser”) ha sido incorporado explícitamente como uno de los pilares de la calidad educativa, el rendimiento académico sigue siendo el criterio fundacional de calidad educativa en todos los niveles del sistema, subordinando cualquier otro criterio a un rol de promotor o facilitador del mismo. ¿Puede considerarse que una educación que logra altos niveles de aprendizaje sea “de calidad” si ello conlleva deterioro en el bienestar psicológico de los estudiantes?
Pensamos que no. Creemos que es indispensable hacernos cargo de que la calidad educativa es bastante más compleja que obtener buenos resultados académicos o de aprendizaje. Estamos convencidos de que la noción de calidad, en cualquiera de los niveles educativos, debe tener como eje principal el bienestar psicológico, una de cuyas manifestaciones, concedámoslo, es el aprendizaje; pero si no los entendemos como dos elementos consustanciales, inseparables, seguiremos intentando soluciones con la misma precisión y resultado que dando palos con los ojos vendados.
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